Desde 1992

El origen del Archivo Municipal de Quito se remota con el registro inaugural del emergente Cabildo en 1534. Esta entidad abraza una historia que se extiende por más de cuatro siglos y medio de existencia institucional, por muchos años ocupó un pequeño espacio del antiguo palacio municipal donde se acumulaban documentos sin orden ni clasificación. En 1910, mediante la Ordenanza Municipal del 4 de enero, se estableció su vinculación con la Biblioteca Municipal. Esta coyuntura catalizó la implementación de medidas para dar vida al archivo y hacerlo accesible a la comunidad.

La adquisición de un edificio perteneciente a la familia Aguirre Klinger impulsó mejoras en las condiciones del Archivo. No obstante, el espacio resultó insuficiente y, conforme los documentos se multiplicaban. La tarea de organización demandó años de meticuloso esfuerzo, con documentos que se clasificaron, ordenaron y enlazaron cronológicamente en volúmenes encuadernados al estilo español. Estos volúmenes encontraron su lugar en anaqueles de madera.

Con el apoyo del Ilustre Concejo y las gestiones de Roberto Páez, Secretario del Concejo, se tomó la iniciativa de trasladar el archivo a un recinto más amplio y fomentar la investigación desde sus archivos. Así, en conmemoración al IV centenario de la fundación de San Francisco de Quito, los primeros Libros de Cabildos se presentaron el 6 de diciembre de 1934. Estos manuscritos, transcritos en colaboración con el padre Alfonso Jerves, O.P., José Rumazo González y Jorge Garcés, expandieron su influencia más allá de las fronteras nacionales, consolidando su prestigio tanto en América como en Europa

La creación de la revista «Museo Histórico» en 1949, como portavoz del Archivo, robusteció la difusión del patrimonio histórico. A lo largo de cambios administrativos y transformaciones institucionales, el Archivo mantuvo su lealtad en la custodia de la memoria ciudadana.

La adquisición de la quinta La Circasiana, anteriormente propiedad de los herederos de Jacinto Jijón y Caamaño, en las avenidas Colón y 10 de Agosto, marcó un punto de inflexión en la historia del Archivo. En este nuevo enclave, el Archivo encontró el espacio y el entorno propicio para su salvaguarda, y también el ambiente para florecer en su papel de guardián de la historia.

El 26 de noviembre de 1992, durante la gestión de Jamil Mahuad, se celebró la inauguración del Archivo en su nueva morada. Este edificio rectangular, de doble altura, alzado al sur del parque, simbolizó la conexión tangible entre el pasado y el presente, celosamente preservando los tesoros documentales que testimonian la evolución de nuestra apreciada ciudad. Una portada monumental de piedra de estilo neoclásico se abre en la fachada norte, la que da acceso al edificio. Al interior, dispuestos perpendicularmente contra los  muros  laterales, se disponen a cada lado cinco sólidos estantes en madera de doble servicio (3,00 X 3,00 X 0,60) y uno sencillo a cada lado, al fondo. En el tramo delantero, inmediatamente tras la fachada se desarrollan simétricamente dos escaleras idénticas que permiten el acceso arriba. En los muros laterales, coincidiendo con el espacio entre estantes, se abren ventanas enrejadas. Arriba, un estrecho corredor perimetral da vuelta a los tres lados, excepto el frontal, y permite el paso a los estantes dispuestos en idéntica forma y coincidiendo con los de la planta baja.