Samaniego y Benalcázar: Los pintores de homenaje

Hoy, en historia con documentos hablaremos de dos artistas quiteños, principales exponentes de la pintura del Quito de hace 200 años, Manuel Samaniego y Diego Benalcázar en su participación en los homenajes a Simón Bolívar. Estos dos pintores han dejado su huella en la historia del arte ecuatoriano, su trabajo como artesanos de la época era reconocido por los vecinos y las autoridades. De eso dan cuenta los documentos, en los que se evidencia que son designados por el Cabildo para diversas tareas en los eventos civiles más importantes de la época.

Recordemos que para 1822 la imagen de Simón Bolívar era alabada por muchos, pensada incluso como mesiánica. El Libertador, sobre todo desde el Cabildo, fue considerado una celebridad digna de admirar, respetar y agasajar. Todos quienes estaban inmiscuidos en sus homenajes, como músicos, sirvientes, cocineros, pintores, escultores, plateros, entre otros, debían ser los mejores. Por ello, se puede deducir que Samaniego y Benalcázar sobresalían entre sus colegas de entonces.

Para comprender la razón de las designaciones a estos dos pintores es necesario conocerlos. Diego Benalcázar es un pintor del que se ha hablado muy poco, dedicaba su obra principalmente a la temática religiosa. Sin embargo, como muchos otros, diversificó su temática, según Alexandra Kennedy “adoptó el retratismo, género que tras su traslado a Chile sería el más solicitado, sobre todo sus miniaturas que se vendían en lujosos estuches negros”[1]. Según José Gabriel Navarro, Diego Benalcázar era uno de los artistas mejor pagados en el primer tercio del siglo XIX junto con otros como Antonio Salas y José Olmos, esto a juzgar por un empadronamiento de Catastro Fiscal en el que se demuestra que estos artesanos son quienes más impuestos pagan por ser quienes más ganan.

Por su parte, Samaniego se distinguió por sus obras de vírgenes y santos que actualmente las podemos apreciar en la Catedral Metropolitana de Quito, en el retablo mayor resalta el cuadro “Asunción de la Virgen”. Samaniego tuvo una habilidad sin igual para el dibujo y la miniatura, según Navarro, el pintor vendía sus cuadros a precios elevados; por lo cual, una parte importante de su obra estaba en la galería de la casa de campo del marqués de Selva Alegre, pues no todos podían pagar el valor de las obras que eran tan apreciadas.

Samaniego fue uno de los mejores pintores de la época, esto a juzgar porque recibió la tarea más importante en 1822: realizar un retrato a Simón Bolívar. En el Archivo Metropolitano de Historia reposan dos recibos firmados por el pintor a razón del pago de dicho trabajo, uno de un adelanto de seis pesos y otro de diez, para completar diez y seis pesos por el “busto del Libertador”. Este recibo es un hallazgo importante al descubrir que, en la primera visita de Simón Bolívar a Quito en junio de 1822, el Cabildo entregó un retrato a Bolívar hecho por Samaniego, lamentablemente se desconoce el paradero de esta obra.

Además, gracias a los documentos históricos, se sabe que Manuel Samaniego y Diego Benalcázar trabajaron juntos, esto ocurrió en los preparativos del agasajo que el Cabildo organizó para conmemorar “el día que el Libertador vio la primera luz del mundo”. Se presume que, al celebrar este acontecimiento el 25 de octubre, no se trata de su cumpleaños sino del día de su santo. Los pintores estaban encargados de la formación del solio o anfiteatro donde se colocaría el retrato de Simón Bolívar “expuesto al público en la Galería Consistorial desde las seis de la noche del domingo hasta las nueve del siguiente día”. La importancia de estos personajes en un lapso crucial en la historia de Quito y el actual Ecuador demuestra que el arte ha estado presente en múltiples episodios, no solo religiosos, sino también civiles. Mediante los documentos podemos conocer a nuestros artistas y sus obras, esto nos impulsa a apreciar el arte local y cuidar el patrimonio documental.

 

[1] Alexandra Kennedy. Arte de la Real Audiencia de Quito, siglos XVII-XIX. Patronos, corporaciones y comunidades. Hondarribia (España), Editorial Nerea S.A., 2002, pp.185-203.

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