Altar cívico: el monumento de Bolívar en La Alameda

En el Archivo Metropolitano de Historia de Quito reposa el testimonio de la “Escritura de contrato para la erección del monumento al Libertador Simón Bolívar, otorgada por la Sociedad Bolivariana del Ecuador y el Ilustre Municipio de Quito”. Este interesante documento da cuenta del furor causado en la población al cumplirse el primer centenario de la Batalla de Pichincha en 1922. En este caso con una escultura del Libertador Simón Bolívar que hoy, casi cien años después, aún está presente en uno de los lugares más emblemáticos y estratégicos de la ciudad: La Alameda.

La Sociedad Bolivariana del Ecuador y el Municipio de Quito receptaron diversas propuestas para la erección del monumento. Jacinto Jijón y Caamaño, como Presidente del Consejo Municipal, el Dr. Rafael Aulestia Suárez como Procurador, José Gabriel Navarro Presidente de la Sociedad Bolivariana y Carlos Ibarra Comisario de la misma, firmaron el contrato con el empresario Pedro Pinto Guzmán quien fue electo por deliberación de un jurado para llevar a cabo este homenaje centenario erigiendo la imagen de uno de los próceres más aclamados de Latinoamérica. En 1934, Pinto empezó la construcción del basamento y placeta y ubicó el monumento de bronce elaborado por Jacques Zwobada  y René Letourneur que llegó de Europa, todo por un valor de 160,000 sucres.

La construcción siguió la guía de unos planos en los que se especificaba el proceso paso a paso. Además, manejaban una planificación en la que se detallaba materiales, cantidades, herramientas, tiempos y necesidades. Entre los materiales emblemáticos están: mampostería de piedra rosada y azul de la cantera del Pichincha y piedra de Rumipamba, bronce y accesorios traídos desde Francia. Además, el agua potable y el terreno para poner el material fue proporcionado por el Municipio de Quito durante todo el tiempo que duró la construcción.

El monumento a Bolívar ha contribuido al ornato de la ciudad durante casi 100 años y se ha convertido en una parte de su memoria. Más allá de una visión monumentalista, estos bienes históricos son hitos que nos refieren a nuestro pasado e impulsan a entender e investigar un contexto histórico específico. El valor cívico de hace cien años no es igual al de hoy; buscamos regresar la mirada a los sucesos de carácter militar y político con interés crítico y constructivo, con interés histórico.

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