El oficio de historiar en 1822: la carta de Restrepo a Sucre

La Batalla de Pichincha de 1822 significó un antes y un después en la historia de Iberoamérica y su importancia ha sido estudiada, escrita y relatada de generación en generación. El cambio de régimen colonial a republicano rompió paradigmas y descubrió varias aristas de investigación y análisis que han sido abarcadas por los historiadores en el transcurrir del tiempo. La historiografía nos ha proporcionado publicaciones referentes a la vida política, social, económica, cultural, etc., de Ecuador y otros países de América Latina, todas ellas con base en fuentes primarias, es decir, documentos que se generan en el momento, como cartas, oficios, actas, entre otros, que han sido de vital importancia.

Esta vez, hablaremos de una carta en la que se refleja el valor de la investigación con fuentes primarias, un documento que se convierte en evidencia de la metodología del trabajo histórico desde hace dos siglos atrás. Se trata de una carta, que reposa en el Archivo Metropolitano de Historia en el volumen Miscelánea IX, en la que José Manuel Restrepo se dirige al General Antonio José de Sucre con un requerimiento especial, su ayuda para escribir “La historia de nuestra gloriosa revolución”. Restrepo trabajó en el gobierno de Bolívar como Secretario del Interior y Relaciones Exteriores y estaba a cargo de llevar una suerte de diario de los procesos independentistas, años después, gracias a su compilación e investigación publicó su obra: “Historia de la Revolución de la República de Colombia”.

José Manuel Restrepo pretendía construir la historia desde sus inicios, en el contexto quiteño, con la Revolución de 1809. Para ello, necesitaba consultar el archivo que se formó durante la gestión del gobierno español en Quito, al cual Sucre tenía acceso. Por ello, solicitó que todo lo referente a este acontecimiento se envíe a Bogotá por correo y en los paquetes que sean necesarios.

Además, pidió al General que escriba un documento relatando la campaña del sur “desde que partió de este país en auxilio a Guayaquil”, ya que le gustaría tener la remembranza de su protagonista “que tan gloriosamente ha dirigido la guerra y la parte política”. Restrepo también solicitó al regidor Fidel Quijano algunas memorias acerca de la conducta española en el Departamento de Quito y pidió a Sucre que contribuya a estos escritos por ser un testigo presencial. De este modo, agrupó toda la información necesaria para reconstruir los hechos entorno a las revoluciones independentistas por medio de los documentos existentes, pero también los testimonios de quienes vivieron los procesos.

Estos aportes de Sucre y Quijano son también fuentes primarias, construidas desde sus vivencias, pasiones y anhelos. Desde aquella época percibimos la necesidad de recurrir a los documentos, archivos y relatos para estructurar una narrativa histórica que permita a las próximas generaciones conocer los hechos. Sin embargo, cabe preguntarse si dicha narrativa contiene análisis y profundidad o si se trata de una compilación de acontecimientos contados desde una ideología o vivencia.  La oralidad o escritura de los protagonistas del pasado no pueden ser analizadas como fuentes aisladas, deben ser herramientas adicionales para hacer historia con juicio crítico, que aporte e incentive al debate y que incite a considerar diversas visiones y este es el papel fundamental del historiador.

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